Al acercarse la muerte del Señor, los sentimientos de los hombres se afirmaban y se manifestaban: odio y menosprecio por parte de los jefes del pueblo que conspiraban en Jerusalén; amor y respeto en la casa familiar de Betania, donde esa mujer, cuyo nombre no es revelado aquí, cumplió para con él una “buena obra”, fruto de un amor inteligente. Esto es una preciosa ilustración del culto de los hijos de Dios. Reconocen en el Salvador despreciado por el mundo a Aquel que es digno de todo homenaje; le expresan, por medio del Santo Espíritu y con el sentimiento de su propia indignidad, esta adoración que es un perfume de un precio inestimable para su corazón. Las críticas hacia esos adoradores no faltan, ni aun por parte de creyentes que colocan la beneficencia o el Evangelio antes que toda otra actividad cristiana. Sin descuidar esas cosas, no olvidemos que la alabanza es la primera de nuestras obligaciones. Y contentémonos con la aprobación del Señor para cumplir con un espíritu quebrantado (del cual es símbolo el vaso) ese santo servicio de adoración, el único que es exclusivo para él y por la eternidad.
Los versículos 10 a 16 nos muestran las disposiciones que tomaron los discípulos para preparar la Pascua… y Judas para traicionar a su Maestro.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"