La Iglesia no tendrá que atravesar las terribles tribulaciones que conocerá el remanente judío (Apocalipsis 3:10). Sin embargo, al descansar sobre esta certeza, temamos dejarnos dominar por el sueño espiritual que nos acecha tan peligrosamente en la larga y agotadora noche moral de este mundo. Pensemos en el inminente retorno del Señor y apropiémonos de las serias exhortaciones hechas en este capítulo. Una corta parábola nos presenta al Señor como un dueño de casa que se ausentó después de haber dejado su hacienda bajo la responsabilidad de sus siervos. Cada uno de ellos recibió su obra, es decir, su tarea precisa, particular. El Dueño no hizo restricciones de ninguna clase en cuanto a la diversidad de tareas que debían cumplirse. Al leer: “Cada uno su obra”, esto nos sugiere que existe un número ilimitado de servicios diferentes que el Señor ha preparado para los suyos (comp. Romanos 12:6-8).
La breve consigna dada al portero, al cual se le mandó que velase, se dirige igualmente a “todos”, es decir, a usted y a mí (v. 37). Y nótese que en Marcos, el ministerio de Jesús se termina con la palabra “velad”. ¡Guardémoslo en nuestros corazones, como se guarda la última recomendación de un ser amado que nos ha dejado… pero que volverá!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"