Sin excusar el mal, se aboga por los culpables

1 Reyes 8:31-40

Al principio de su oración, Salomón exaltó la fide­lidad, la misericordia (v. 23) y la grandeza de Jehová (v. 27). Luego reconoce de qué cosas es capaz el pueblo y cuáles pueden ser las consecuencias de sus faltas. Estos pensamientos sobre Salomón nos trasladan hacia Cristo, gran sumo sacerdote. Jesús conoce bien la debilidad del corazón de los suyos y, antes que Satanás los zarandee, se dirige a Dios rogando que su fe no falte. Hizo esto por Pedro antes que le negara (Lucas 22:32). Y cuántas veces lo hace también por cada uno de nosotros, sin que lo sepamos, en la hora de tentación. En verdad, Dios conoce el corazón del hombre (v. 39; véase Jeremías 17:9-10). Este corazón engañoso y perverso “más que todas las cosas”, ¿dónde dio su plena medida? ¿En qué circunstancias demostró su extrema maldad? ¿No fue en la cruz, donde la enemistad del hombre se expresó plenamente contra el Señor? (Salmo 22:16). Pero este crimen, el más grande de todos los pecados de Israel, también será perdonado cuando el pueblo arrepentido se vuelva con “espíritu de gracia y de oración”, ya no hacia “esta casa”, sino hacia “quien traspasaron” (Zacarías 12:10).

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"