Al estar su casa lista, Dios morará en ella. Salomón reúne a los principales del pueblo y los sacerdotes introducen el arca en el “oráculo”.
¡Preciosa arca! Figura de Cristo, conoció los cansancios del pueblo y sostuvo sus combates. Por él penetró en el río de muerte. Ahora entra en su reposo. Pero algo recordará siempre el camino del desierto: las varas visibles. Aunque en adelante no serían empleadas, no debían retirarse de sus anillos.
En medio de los esplendores del cielo, contemplaremos a Jesús en su hermosura. Sin embargo, en su Persona veremos algo que tocará profundamente nuestros corazones: las imborrables marcas de su padecimiento en la cruz. Como las varas del arca, estas señales permanecerán en la gloria celestial como eterno testimonio de su divino amor. ¡Cuán hermosos son los pies del Salvador!; se cansaron en los caminos de este mundo para buscarnos (Isaías 52:7), antes de ser horadados en la cruz, cuando se dejó clavar en ella para salvarnos. Sobre esos santos pies fue derramado el homenaje de María en la bienaventurada casa de Betania, que entonces se llenó del olor del perfume. Es un gusto anticipado de la Casa del Padre, que la gloria llenará para siempre.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"