La obra emprendida por Salomón está acabada. Él quiso hacerla; así lo subraya el versículo 1. ¿No nos da esto una lección? Hagamos con gusto todo lo que el Señor nos pide, ¡porque es él quien nos lo pide! Entonces, ahora Jehová va responder a la oración del rey. Esta casa en la cual su gloria habita va a ser el gran motivo para bendecir a Israel, para escuchar y perdonar. En el período cristiano, Dios vincula su propia gloria al nombre de Jesús, y a través de él responde a las oraciones que le son dirigidas (Juan 14:13-14). Porque en Cristo –ya no en el templo– Dios vino a habitar en medio de nosotros (Juan 1:14; Colosenses 1:19; 2:9; 1 Timoteo 3:16). Por eso los ojos y el corazón del Padre siempre están puestos sobre ese Hombre perfecto (comp. v. 3). En todo momento podemos dirigirnos a Dios en el nombre de Jesús para ser escuchados.
Mira, oh Dios… y pon los ojos en el rostro de tu ungido
(Salmo 84:9).
Luego Jehová coloca a Salomón y al pueblo ante su responsabilidad. La presencia de Dios en medio de ellos exige una estricta separación del mal, de no ser así, este privilegio le será quitado e Israel como nación será eliminada.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"