Hiram es una figura del Espíritu Santo, «divino Obrero», ocupado en preparar todas las cosas aquí en la tierra –y en particular el corazón de los creyentes– con vista a la gloria de Dios. El mar, inmensa tina de cerca de cinco metros de diámetro, debía servir a los sacerdotes para lavarse en ella, mientras que las diez fuentes que descansaban sobre diez basas de bronce se empleaban para lavar las ofrendas (2 Crónicas 4:6).
A partir del versículo 48, encontramos la enumeración de los objetos de oro confeccionados por Salomón. Este, trayendo las cosas santas de David su padre (v. 51), nos hace pensar en Jesús, el Hijo, de Dios, disponiendo de lo que pertenece a su Padre.
El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano
(Juan 3:35; 17:10).
Notemos al mismo tiempo que, contrariamente a lo que pasó con el tabernáculo (Éxodo 35:21-29), aquí no se trata de lo que dio el pueblo. Y comprendemos la razón: nada de lo que proviene del hombre puede entrar en el cielo. Allí todo es divino, todo es exclusiva y perfecta obra del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Las tres personas juntas participaron en la primera creación; también se ocupan de la gloria venidera y de la nueva creación.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"