El rey según la carne es puesto a un lado en los pensamientos de Dios, aunque su reinado todavía se prolonga cierto número de años. Se introduce otro rey, aquel de quien Samuel había dicho: “Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón” (cap. 13:14). Es David, figura de Cristo, cuyo nombre significa «Amado», el que perfectamente complace el corazón de Dios. Samuel no está preparado para reconocerlo, porque, pese a la experiencia hecha con Saúl, aún mira la apariencia. Somos demasiado propensos a juzgar por lo que vemos y a dejarnos impresionar por las cualidades (y los defectos) exteriores. Pero
Dios no hace acepción de personas
(Gálatas 2:6).
¡Él mira el corazón! Todas las apariencias, mediante las cuales podamos engañarnos y engañar a los demás, no le ocultan a Él el verdadero estado del corazón.
Samuel visita a la familia de Isaí. El joven pastor de ovejas, a quien se había omitido llamar a la fiesta, es ungido “en medio de sus hermanos” como rey para Jehová (v. 13). Esta unción de aceite (figura del Espíritu Santo) nos recuerda cómo el Amado del Padre fue señalado a Juan el Bautista en el Jordán: “Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo” (Juan 1:33; comp. 1 Samuel 16:12, fin del versículo).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"