David se presenta ante Saúl y le da a conocer su proyecto. “No podrás tú ir contra aquel filisteo”, le responde el rey. Empero, impresionado por la resolución y la firme confianza del joven, está dispuesto a ayudarlo: trae su armadura; se la presta a David, quien sintiéndose incómodo y paralizado en sus movimientos, no puede valerse de ella. No, sus armas serán los humildes utensilios del pastor. Estos, sin valor a los ojos de los hombres, tanto más harán resaltar el poder de Jehová.
La armadura de Saúl nos habla de todos los recursos y las precauciones de la sabiduría humana; ¡la fe los considera como trabas!
Formado por Dios en lo secreto para el servicio al cual estaba destinado (como lo fueron tantos servidores y Jesús mismo en Nazaret), David aparece ahora en público, listo para el combate. Y, para demostrar el poder de Jehová, relata una experiencia hecha en esa «escuela del desierto». Mató, sin testigos, un león y un oso para liberar una oveja. Pensemos en otro Pastor dando su vida por las ovejas y liberándolas del cruel Adversario (Juan 10:11; 17:12; 18:8-9). ¡Qué inmenso valor tiene un solo cordero para el corazón de este buen Pastor!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"