Ver a Jesús por donde anduvo

Introducción

 

Quisiéramos ver a Jesús.
Juan 12:21

Anduvo haciendo bienes y sanando
A todos los oprimidos por el diablo,
porque Dios estaba con él.
Hechos 10:38

 

Al final de su vida en esta tierra el apóstol Juan, aquel a quien Jesús amaba y con quien tenía mayor intimidad que con otros, nos dice con emoción: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida… lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido” (1 Juan 1:1-4).

El apóstol había visto a Jesús, lo había oído, lo había contemplado, lo había tocado con sus manos. Su corazón estaba tan lleno con esto que quería compartir esta visión con sus hermanos, para que contemplando esta maravillosa Persona, en la comunión con el Padre, “vuestro gozo sea cumplido”.

Pedro también nos habla así, pero haciendo esta precisión: “sin haberle visto”. Sin embargo, los ojos de nuestro corazón pueden verle a través de las páginas de los evangelios, cuando anduvo de lugar en lugar enseñando, predicando, sanando. Así él llega a ser para nosotros una Persona mejor conocida, mejor amada; “en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso” (1 Pedro 1:8).

Se afirma así el deseo de considerar al Señor Jesús en las diversas etapas de su vida, por los diversos lugares donde se encontró. ¿Qué otra ocupación podría regocijar mejor nuestros corazones? Seguirle en su camino por “todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mateo 9:35).

Durante todo ese tiempo consagró muchos esfuerzos a la formación de sus discípulos, preparando a esos testigos que hablarían de él, no solo en Jerusalén, sino también “en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). En ese camino de amor consideremos también a “aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo”, de parte de aquellos a quienes había venido a buscar y a salvar, pero que en pago de su amor, fueron sus adversarios (Salmo 109:4).

Desde la orilla del Jordán hasta el «huerto de la aurora», las glorias morales, el carácter, su manera de ser, el comportamiento del Señor Jesús se nos presentan en las situaciones más variadas, escondiendo «bajo el velo espeso de un galileo despreciado» la gloria de su Persona divina.