Lo que el Señor anuncia se cumple infaliblemente. Así ocurre con la palabra de José, que era la de Dios mismo. Los siete años de abundancia pasan y después comienza el hambre.
Dios ensaya todos los medios para volver hacia Él los pensamientos de los hombres. Por eso en el mundo se suceden la paz y la guerra, la abundancia y las privaciones, al igual que en la vida de cada ser humano se suceden las alegrías y las pruebas. Desgraciadamente, los hombres casi no piensan en dar gracias al Señor por el gozo que les otorga y generalmente tampoco acuden a Él para encontrar el socorro en sus pruebas. Sin embargo, así como Faraón mandaba: “Id a José”, el Espíritu de Dios apremia a los hombres para que se vuelvan hacia el Salvador, y Él mismo llama: “Venid a mí” (Mateo 11:28). Sí, vayamos al Único que da en abundancia lo que nuestras almas necesitan para ser alimentadas. Sepamos también aprovechar las épocas de abundancia espiritual, las reuniones o lecturas edificantes por ejemplo, para llenar los “graneros” de nuestra memoria y de nuestros corazones (Proverbios 10:5). En los momentos de necesidad, de soledad, de desaliento, lo que hayamos reservado nos dará fuerza y gozo en el Señor. Sobre todo, no olvidemos el final del versículo 55:
Haced lo que él os dijere.
(comp. Juan 2:5)
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"