La fe de Isaac y de Rebeca es probada de la misma manera que la de Abraham y Sara: por la esterilidad. Esto da a Isaac ocasión de orar con insistencia a Dios, y Este le responde (v. 21; comp. 1 Crónicas 5:20). Nacen dos hijos gemelos, tan diferentes por su aspecto físico como por el estado de sus corazones. La escena que se desarrolla más tarde entre los dos hermanos manifiesta este estado. Jacob, a pesar de actuar de manera inoportuna, muestra que aprecia el lugar de primogénito en la familia, la parte de la herencia que corresponde a ese lugar y, sobre todo, las promesas divinas hechas a Abraham y a su descendencia. Nada de eso tiene valor para Esaú. Concluye su trato, come, bebe, se levanta y se va, inconsciente de la incalculable pérdida que ha sufrido en un instante. Su conducta no solamente es insensata –“por una sola comida” (Hebreos 12:16) sacrificó todo su porvenir– sino que, además y sobre todo, es un insulto a Dios; es decirle: tus dones más preciosos no tienen más valor que esas pocas lentejas para calmar mi hambre.
La primogenitura es una figura de su privilegio, jóvenes amigos que han sido educados en una familia cristiana. Dios quiera que ninguno de ustedes desprecie la herencia celestial.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"