Isaac vuelve a excavar uno tras otro los pozos de Abraham, tapados por los filisteos. Pidamos al Señor la misma energía, la misma perseverancia para apoderarnos de las verdades de las cuales han vivido nuestros predecesores, a fin de que, por una «excavación» personal, ellas vengan a ser nuestra propiedad. A cada esfuerzo del enemigo para desposeerlo de los frutos de su trabajo, Isaac responde cavando en otra parte, sin desanimarse. Pero se abstiene de disputar, ilustrando la exhortación de 2 Timoteo 2:24. Su gentileza puede ser conocida de todos (Filipenses 4:5). Soporta la injusticia, no amenaza, sino que se encomienda a Aquel que juzga justamente (1 Pedro 2:23). Al mismo tiempo, da un testimonio de su fe. La herencia le pertenece; ¿para qué apoderarse de ella por la fuerza? Dios ha prometido “todas estas tierras” a su descendencia (v. 4). Isaac espera en Él para recibirlas cuando llegue el momento.
Los versículos 34 y 35 nos muestran cómo Esaú desprecia una vez más la voluntad divina escogiendo sus mujeres entre las cananeas, pueblo que Dios apartó de Israel (cap. 24:3, 37). Esto causa una pena profunda a Isaac y a Rebeca. ¡Qué contraste con su propia historia vivida en la confianza y la dependencia de Dios! Que nuestros jóvenes lectores sepan sacar provecho de la experiencia de sus padres creyentes.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"