La muerte de Sara sugiere que Israel (pueblo del cual desciende el verdadero Isaac) es puesto de lado después de la resurrección del Señor (cap. 22). Para asegurar la descendencia de la promesa, Abraham, el “padre de muchedumbre de gentes”, tiene un gran designio cuya realización nos es contada ampliamente: dar una esposa a su hijo. Pero una tercera persona interviene entonces: el criado más viejo de su casa, su intendente, notable figura del Espíritu Santo enviado a la tierra con el fin de reunir a aquellos que constituirán la Iglesia, la Esposa de Cristo. Así el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, quienes han trabajado juntos en la obra de la Creación, tienen también una actividad común en la elección, el llamamiento y la reunión de los rescatados que están unidos a Cristo resucitado. Esta esposa será buscada en un país lejano. Dios eligió y llamó compañeros para su Hijo de entre aquellos que estaban lejos (Efesios 2:13).
¡Qué modelo de dependencia tenemos en ese criado de Abraham! En casa de su amo aprendió a conocer a Jehová, con quien ahora tiene que tratar personalmente. Presenta su oración ante Él (Salmo 5:3). Antes de emprender cualquier cosa, no olvidemos hablar primeramente al Señor acerca de ello.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"