Dios condujo, como de la mano, al criado de Abraham en su entrevista con la familia de su amo. Este le había hecho prometer que no tomaría para su hijo una mujer de entre las hijas de los cananeos (v. 3). Queridos jóvenes que conocen a Jesús, incluso si el matrimonio se presenta ante ustedes como una lejana eventualidad, no es demasiado pronto para retener firmemente la enseñanza de la Palabra sobre ese tema:
No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque… ¿qué parte (tiene) el creyente con el incrédulo?
(2 Corintios 6:14-15)
Un hijo o hija de Dios no debe casarse más que dentro de la familia de la fe, es decir, con otro hijo o hija de Dios. Aquellos que no tuvieron en cuenta este precepto debieron confesar más tarde, con mucha tristeza, que la unión con un inconverso no es solamente una desobediencia formal a la Palabra del Señor, sino también una fuente de penas y sufrimientos para toda la vida.
¡Qué testimonio da el criado de Abraham acerca de su amo, al cual está orgulloso de pertenecer! (v. 34-36). Lo llama grande, rico, padre de un hijo, quien es heredero de todo cuanto le pertenece. Así el Espíritu Santo, cuando es recibido en un corazón, hace conocer al Padre y al Hijo; asimismo nosotros, rescatados del Señor, deberíamos saber hablar de Él.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"