Cristo resucitado aparece a varios de los suyos

Marcos 16:9-20

Al principio del libro de Hechos, Pedro resume bien este evangelio de Marcos. El apóstol evoca “todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros (dos verbos que caracterizan el servicio), comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba…” (Hechos 1:21-22). Primer cuadro del evangelio: en el Jordán el cielo se abrió para que el Espíritu descendiese sobre Jesús (cap. 1:10); último cuadro: ese mismo cielo se abrió para recibirlo. Entre los dos está su vida de servicio y entrega. Aprobado por Dios en su vida y en su muerte, ahora ocupa el lugar glorioso del perfecto reposo que le corresponde “a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1:3).

A los discípulos les correspondía cumplir con su tarea, siguiendo las instrucciones de los versículos 15-18 y el gran ejemplo que tuvieron ante sus ojos. Pero no estaban abandonados a su propia suerte. El Señor, desde lo alto, continuaba sirviéndoles y dirigía su trabajo. El servicio es un privilegio eterno que su amor se reserva. Siervo para siempre (véase Éxodo 21:6; Deuteronomio 15:17; Lucas 12:37), el Señor cooperaría con los discípulos y los acompañaría con su poder (v. 20; Hechos 14:3; Hebreos 2:4). Y nosotros, cristianos, llamados a seguir sus pisadas y testigos del mismo Evangelio (v. 15), también podemos contar con él si nuestro deseo es servirle mientras lo esperamos.

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"