El camino del Señor se acercaba a su término. Jesús hizo su entrada solemne en Jerusalén y fue al templo; allí comenzó mirando a su “alrededor todas las cosas” (v. 11) como si preguntase: Aquí, ¿estoy en casa? Ese detalle, particular en el evangelio de Marcos, nos muestra que Dios jamás juzga el estado de las cosas apresuradamente antes de condenarlo (véase Génesis 18:21). ¿Cuáles habrán sido los sentimientos del Señor al ver profanada hasta tal punto esa “casa de oración”? Abandonó ese lugar mancillado y se retiró a Betania para pasar la noche con el pequeño número de los que lo reconocían y lo amaban. Betania significa «casa del afligido» o «de higos». Como frecuentemente en la Escritura, ese doble sentido nos parece característico. En el momento en que Jesús se veía obligado a maldecir a la higuera estéril, que representaba a Israel tal como Jesús lo encontró, era como si él, el Afligido y Necesitado (Salmo 40:17), encontrara en Betania, y solamente allá, fruto para Dios (“higos muy buenos”, según Jeremías 24:2), es decir, consuelo para su corazón y un sabor anticipado del “fruto de la aflicción de su alma” en la cruz. A pesar de su hermosa apariencia (las hojas), figura de una hermosa religión, no había “higos en la higuera” de Israel, como lo constata el mismo profeta (Jeremías 8:13).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"