El camino del renunciamiento

Marcos 10:23-34

En el Antiguo Testamento las bendiciones eran terrenales y las riquezas se consideraban como una prueba del favor de Dios (véase Deuteronomio 8:18). De ahí el asombro de los discípulos. Ellos acababan de ver un hombre aparentemente bendecido por Dios, amable, de conducta irreprochable, dispuesto a hacer buenas obras. Y el Señor lo había dejado partir. Verdaderamente, si tales ventajas no daban acceso al reino de Dios, ¿quién podía ser salvo? En efecto, Jesús les respondió que la salvación es una cosa imposible para los hombres; solo Dios ha podido cumplirla.

El Señor no condena aquí a los ricos, sino “a los que confían en las riquezas”. Seguirlo a él implica inevitablemente renunciamientos que pueden ser dolorosos (v. 29). Pero si estos son aceptados por amor al Señor y al Evangelio, serán al mismo tiempo la fuente de gozos incomparables. El primer gozo será el saber que uno está aprobado por el Señor. Sí, la penetrante mirada de Jesús (v. 21, 23, 27) lee en nuestros corazones e indaga si ese es verdaderamente el motivo que nos hace obrar. Esta es la justa respuesta al amor de Aquel que dejó el cielo por nosotros.

En este capítulo encontramos la naturaleza humana bajo su aspecto amable (v. 17-22), presuntuoso (v. 28), indeciso (v. 32), celoso (v. 41) y egoísta (v. 35-40).

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"