Una petición osada – Curación del ciego de Jericó

Marcos 10:35-52

Notemos la fe de Jacobo y Juan; ellos sabían que su Maestro era el Mesías, el Heredero del reino, y que tendrían parte con él. Pero su demanda manifestó la ignorancia y la vanidad de su corazón natural. Lleno de gracia, el Señor reunió a sus discípulos y se sirvió de esta desgraciada intervención para su instrucción, así como para la nuestra. ¿No era evidente que tenían ante sí al Modelo de humildad por excelencia, Aquel que teniendo todos los derechos a ser servido quiso hacerse siervo, para librar a su criatura y pagar con su propia vida el rescate exigido por el soberano Juez? El versículo 45 ha sido llamado el versículo clave del Evangelio, pues lo resume todo.

En este capítulo el Espíritu nos muestra tres actitudes distintas: el joven rico a quien el Señor invitó a seguirle, pero que se fue (v. 21-22); los discípulos, que también fueron llamados: ellos lo seguían “con miedo” (v. 32) y esgrimían su renunciamiento (v. 28); por último el pobre ciego, a quien Jesús no pidió nada al curarlo, pero quien, sin pronunciar una palabra y tirando lejos el manto que pudiera impedir su marcha, lo seguía “en el camino” (v. 52). Observemos la inconstancia de la multitud: primero reprendió al ciego, pero un instante después le dijo: “Ten confianza…”.

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"