El Señor, que conoce bien el corazón del hombre y no se deja engañar por las apariencias, pone en guardia a sus discípulos contra lo que puede manar de él. Ese corazón, queridos amigos, no ha cambiado; es el mío y el de ustedes. Gracias a Dios, existe un modo de remediar el caso (Salmo 51:10).
Después de esta trágica y definitiva constatación podemos imaginarnos qué gozo dio a Jesús su encuentro con la mujer sirofenicia. La severidad con que parecía tratarla a primera vista puso de relieve no solamente una gran fe, a la que nada desanimaba, sino también una verdadera humildad,pues en contraste con los fariseos orgullosos, esta mujer no hizo valer ningún título ni mérito; tomó su verdadero lugar ante Dios y aceptó el juicio pronunciado sobre su condición (Isaías 57:15).
Luego Jesús llevó aparte a un pobre sordomudo y le devolvió el uso de sus sentidos. ¿Quién tendría derecho de meterse en ese encuentro del Señor con el discapacitado? La conversión de un pecador exige un contacto directo, personal e íntimo con el Señor (véase 8:23).
Hermoso testimonio dado a Jesús por esas multitudes: “Bien lo ha hecho todo” (v. 37). Al recordar todo lo que el Señor ha hecho por nosotros, que podamos declarar de la misma manera y con agradecimiento: ¡Sí, Señor, tú has hecho bien todas las cosas!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"