Para los habitantes de Nazaret, Jesús era el “carpintero”. Durante treinta años había escondido su gloria bajo la humilde condición de un artesano. Tal humillación es incomprensible para el hombre acostumbrado a juzgar según las apariencias. Si era difícil que el testimonio del Señor fuera recibido “en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa”, con mayor razón lo es para nuestro testimonio allí donde somos conocidos con todos nuestros defectos y triste pasado. Pero también es allí donde los frutos de una nueva vida serán más evidentes y constituirán la mayor de las predicaciones (Filipenses 2:15).
En el capítulo 3:13-19 vemos que los doce apóstoles fueron elegidos. Aquí fueron enviados por el Señor a predicar el arrepentimiento. Además los exhortó a que “no llevasen nada para el camino”. Su vida tenía que ser la de la fe. A cada instante recibirían lo que les era necesario para el servicio y para sus propias necesidades. Abastecerse de provisiones los privaría de preciosas experiencias y les haría perder de vista los vínculos que los unían a su Maestro ausente. Por el contrario, las sandalias eran indispensables. Ellas sugieren lo que Efesios 6:15 llama “el apresto del evangelio de la paz”. Por su conducta, todo creyente debe confirmar el mensaje de gracia del cual es portador (comp. Romanos 10:15).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"