La escena de la barca en medio de la tempestad es una imagen de la posición actual de los redimidos del Señor. Mientras Él está en los cielos, orando e intercediendo por los suyos, ellos atraviesan a duras penas el mar agitado de este mundo. Es la noche moral: el enemigo, fomentando la oposición de los hombres, actúa como el viento y las olas que prácticamente anulaban los esfuerzos de los remeros. Pero Jesús vino al encuentro de los suyos.
Su voz familiar tranquilizó a los pobres discípulos: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Y la fe, apoyándose en su palabra (¡ven!), llevó a Pedro hacia aquel que amaba. Mas, de un momento a otro, esta fe flaqueó y Pedro comenzó a hundirse. ¿Qué sucedió? Dejó de mirar al Maestro para fijarse en la altura de las olas y en la violencia del temporal. ¡Como si fuese más difícil caminar con Dios sobre un mar tormentoso que sobre aguas tranquilas! Pero clamó al Señor quien al momento vino a socorrerlo.
Luego Jesús fue recibido en la comarca de Genesaret, donde anteriormente solo había podido hacer pocos milagros, por motivo de la incredulidad de los habitantes (cap. 13:58). Esta acogida es una figura del momento en el cual su pueblo, que lo rechazó, lo reconocerá, le rendirá homenaje y será liberado por Él.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"