El cántico que Moisés enseña a los hijos de Israel por desgracia tiene más que una estrofa. La que aprendimos ayer con el pueblo exalta a Dios, excepto el versículo 5. ¡Veamos ahora el lado del hombre! Las riquezas que Jehová dio a su pueblo, enumeradas en el versículo 14, solo las aprovecharon para engordarse a sí mismos (v. 15). En vez de adherirse más a la “Roca de su salvación”, de ofrecerle la grasa de los corderos y las libaciones de vino (v. 14), Israel la abandonó, despreció, provocó y finalmente la olvidó (v. 15-16, 18). ¡Qué negra ingratitud! Sin embargo, ¿a veces nosotros mismos no nos parecemos a ese pueblo tan miserable? Gustosos nos engordamos con la abundancia que nuestro Padre nos prodiga. Somos prosperados en nuestros negocios terrenales y olvidamos dar al Señor el lugar que le pertenece en nuestra vida. “A los ricos de este siglo” se les ordena que no “pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (1 Timoteo 6:17). Si los hijos de Israel hubiesen obrado sabiamente, habrían considerado su fin (v. 29). ¡Que el Señor nos dé sabiduría para administrar sus dones, pues tendremos que rendirle cuenta de su gestión en el momento de su retorno!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"