Algunas personas lamentan toda la vida no haber mostrado suficiente interés por sus estudios en la época escolar. Y los padres, a quienes no siempre se escucha, advierten a sus hijos para que trabajen, pues unos estudios mediocres también corren el riesgo de ser sancionados por una carrera mediocre, lo cual pone en juego su porvenir. ¿No ocurre lo mismo en el caso de un cristiano? Con la diferencia que toda la vida de este está formada por sus años escolares. Si es un alumno perezoso, un aficionado que carece de una sana ambición, si “tiene la vista muy corta”, no le será dada una “amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”, y sufrirá una pérdida eterna (2 Pedro 1:9, 11). A este respecto los hijos de Rubén y Gad nos dan una lección. No por recibir primero la herencia se obtiene la mejor parte. ¡Muy al contrario! “Aquella tierra buena” y “aquel buen monte” se hallan más allá del Jordán (v. 25). Moisés lo sabe bien. ¡Qué contraste hay entre el querido conductor cuyo corazón está más allá del Jordán, pero a quien no le es permitido entrar, y estas dos tribus y media que sí podrían entrar en Canaán pero no tienen el menor deseo de hacerlo! Y su corazón, querido amigo, ¿dónde está? ¿En el cielo, junto a Jesús, o en la tierra, ocupado con las cosas visibles y pasajeras? (Lucas 12:34).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"