En medio de los pueblos circundantes, Israel debía distinguirse por su sabiduría e inteligencia (cap. 4:6). Sabiduría e inteligencia que consistían en conocer al único Dios verdadero, en escucharlo y someterse a su autoridad. Los pueblos vecinos adoraban a los ídolos. Y como consecuencia,
Su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
(Romanos 1:21-23)
Hoy en día, salvo en los países paganos, apenas se encuentra esa forma grosera de idolatría. Pero el Nuevo Testamento da este nombre a otros pecados: la codicia, por ejemplo, y nos advierte solemnemente que ningún idólatra heredará del reino de Dios (Efesios 5:5; 1 Corintios 6:9-10).
Al mismo tiempo que advierte a Israel, Dios no le oculta lo que sucederá: el pueblo se corromperá y servirá a las divinidades paganas. La Palabra de Dios nunca nos deja ninguna ilusión sobre lo que nuestros corazones naturales son capaces de hacer.
Moisés menciona a los nietos (v. 25). Uno de los suyos, llamado Jonatán, precisamente llegó a ser, en los tiempos de los jueces, sacerdote de una imagen de escultura (Jueces 18:30).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"