Una sola desobediencia privó a Moisés de entrar en la buena tierra prometida por Jehová. Está, pues, en mejor posición para exhortar al pueblo a obedecer las ordenanzas de Jehová “para que –dice– … entréis y poseáis la tierra…” (v. 1). Es como si les hubiera dicho: ¡Que no les suceda como a mí; escuchen y obedezcan los mandamientos de Jehová! “Porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia”, recalca el hombre de Dios (v. 6). Haciendo la voluntad de Dios, ponemos a un lado nuestra propia voluntad y cedemos el lugar a la sabiduría que viene de lo alto, la cual sustituye a la nuestra (Santiago 3:17). Guardar la Palabra es al mismo tiempo guardar nuestra alma “con diligencia” (v. 9).
La autoridad de esta Palabra divina queda confirmada; Moisés recuerda en qué condiciones y con qué solemnidad ha sido comunicada.
No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella.
(v. 2; cap. 12:32)
Muchas personas que dicen ser cristianas añaden tradiciones, supersticiones y opiniones humanas a las Escrituras. Otras suprimen las páginas que les molestan o las que no entienden. Hacer lo uno es tan culpable como hacer lo otro (léase Apocalipsis 22:18-19).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"