Dejemos al Señor la tarea de apreciar y estimar lo que hacen los demás. Tampoco nos preocupemos por buscar el favor de los demás, o por querer hacer nuestros los méritos de otro; no esperemos de los hombres más de lo que recibió Aquel que fue “evaluado por ellos” en treinta piezas de plata (Zacarías 11:12-13, V. M.). Que cada uno de nosotros se esfuerce más bien en presentarse “a Dios aprobado” (2 Timoteo 2:15).
Hemos considerado al sacerdote y sus funciones en este libro de Levítico, cuyo estudio estamos terminando. Estudio a veces algo arduo, pero que nos ha permitido dirigir nuestras miradas a Jesús, ¡nuestro Sumo Sacerdote! También hemos podido comprobar su intervención en todos los aspectos de la vida de los suyos. Para la salvación: entró en los lugares santos con su propia sangre, habiendo obtenido una redención eterna. Para la marcha: vela a fin de apartar toda lepra. Finalmente, para el servicio: es Aquel que lo aprecia todo según su propia medida. Cosa triste: existen cristianos que aceptan la salvación, pero luego prefieren que el Señor no se ocupe de sus asuntos. A ellos quizá les falte pasar por experiencias tristes, como las del capítulo 26, para que sus afectos sean despertados. ¡El Señor nos dé una plena confianza en su Persona y en su obra!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"