La derrota de los filisteos es total. El pueblo se une a Saúl para perseguirlos y destruirlos. Sin embargo, no posee la energía que, en una circunstancia similar, habían desplegado Gedeón y sus compañeros. Aquéllos seguían a Madián “cansados, mas todavía persiguiendo”, porque se habían refrescado antes de ir a la batalla (Jueces 7:6; 8:4). Aquí, al contrario, Saúl prohibe al pueblo tomar alimento durante todo el día, pese al rudo esfuerzo que deben realizar (v. 24-26). Tal interdicción legal, fruto de la imaginación, ¡nos hace pensar en otras invenciones humanas en materia de religión! Esta solo acarrea lamentables consecuencias: primero, la derrota de los filisteos es menos grande que lo que hubiera sido con un ejército en plena posesión de sus recursos. Por otra parte, llegada la noche, cuando el pueblo por fin tiene la libertad para comer, está tan hambriento que prepara su carne matando animales sin derramar sangre, cometiendo así un pecado mortal (Levítico 17:10-14). ¿No era mucho más grave desobedecer a Jehová que transgredir la ordenanza carnal de Saúl?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"