Desde su puesto fortificado en la cima del peñasco, los vigías filisteos ven a los dos jóvenes israelitas, y no dejan de burlarse de ellos. “Subid a nosotros” (v. 12), les gritan con desprecio, sin sospechar que así dan a los valientes la señal que ellos esperan de parte de Jehová, la señal para la destrucción de los filisteos.
La fe no solo sabe esperar, sino también avanzar y combatir cuando Dios le da la orden para ello. Llenos de intrepidez, nuestros dos combatientes escalan el peñasco y llegan a su cima. No piensan en el peligro que corren, sino en el poder divino. Este hace caer ante ellos a los enemigos de Israel. Las burlas del momento precedente dan lugar al espanto que, progresivamente, gana todo el campamento de los filisteos. Estos, en una ciega locura, se destruyen recíprocamente, mientras los hebreos dispersados vuelven a tener ánimo y se juntan nuevamente. Un pequeño comienzo, cuando es producido por la fe, puede tener un gran resultado e igualmente, si somos fieles, Dios podrá valerse de nuestras pequeñas victorias para alentar y afirmar a los cristianos que nos rodean.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"