En el capítulo 13, consideramos lo que la carne puede hacer, o más bien, lo que no puede hacer: esperar el momento elegido por Dios. En contraste, este capítulo va a mostrarnos lo que la fe es capaz de obrar. Todos los recursos humanos se hallan del lado de Saúl. Oficialmente, el poder de Israel está allí, debajo del granado de Gabaa (v. 2). No obstante, la fe, una fe individual, está del lado de Jonatán y su compañero. Para ellos, el socorro está en Dios, su Salvador (v. 6). Doble imagen que nos hace pensar en la cristiandad actual. Ciertas religiones llamadas cristianas pretenden tener por sí solas la autoridad espiritual y se consideran como las necesarias intermediarias entre Dios y las almas. Pero el Señor, quien conoce a los suyos, les brinda apoyo, otorgándoles la comprensión de Sus pensamientos y el gozo de Su presencia, fuera de las organizaciones controladas por los hombres. Humanamente hablando, la expedición de Jonatán es una loca aventura. Los filisteos, sintiéndose fuertes, ocupan los puntos estratégicos. Jonatán cuenta con Dios, esperando de él una señal para arremeter. Una vez más, ¡qué contraste con su propio padre, y qué hermoso ejemplo para nosotros!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"