Adorar y mirar el camino recorrido
Génesis 47:27-31 – Génesis 48:1-7
La larga vida de Jacob está a punto de terminar. Ha pasado por experiencias penosas y, por su culpa, ha perdido muchos años.
Cuando se quiere ser obstinado
Números 14:26-45
Moisés anuncia la desagradable nueva. ¿Cómo reacciona el pueblo? Quieren sustraerse al castigo y responden: “Henos aquí para subir”.
El Señor desea nuestro bien
Job 36:1-21
Eliú prosigue su discurso: justifica a Dios (v. 3) al corregir dos pensamientos equivocados emitidos respecto de Él.

La Iglesia del Dios viviente n°5
La disciplina en la asamblea
La disciplina en la Iglesia es una necesidad a causa del Santo y Verdadero (Apocalipsis 3:7), quien está en medio de su pueblo. Él, como lo leemos en Habacuc 1:13, es muy limpio de ojos para ver el mal y no puede soportar el agravio. Allí donde el Santo tiene su habitación no es posible permitir que continúe una situación en la que el pecado no es juzgado. Tampoco se puede tolerar el mal en ninguno de sus muchos aspectos. Esa Casa debe mantenerse limpia.

Más fruto
La disciplina paternal
Nuestro tema parece austero a primera vista, sin embargo es muy actual. A menudo los jóvenes y los menos jóvenes se preguntan: «¿Por qué permitió Dios tal acontecimiento en mi vida? ¿Por qué perdí mis exámenes? ¿Por qué mi madre está enferma? ¿Por qué este duelo?». A tales preguntas se dan dos grandes categorías de respuestas; una es la del fatalismo: «Estaba ya escrito; solo hay que aceptarlo y someterse, porque es inevitable». La otra respuesta, la cristiana, es muy diferente: «¿Qué quieres enseñarme?».
Nuestras dificultades demuestran que somos hijos de Dios
Hebreos 12:4-17
En su familia, un niño está sujeto a la educación paterna.
Sufriendo lo que hemos infligido a otros
Génesis 29:15-35
La historia de Jacob es la de la disciplina. La clase en la cual entra Jacob durará veinte años, los que pasará en una condición cercana a la esclavitud.
Un llamado al arrepentimiento
Joel 2:1-17
Jehová llama “su ejército” a esa nube de fieros asaltantes, aunque tenga a su cabeza al impío y soberbio asirio. De hecho, este último solo es el ejecutor de su Palabra, “la vara” de su furor.