La historia de Jacob es la de la disciplina o, dicho de otra manera, la escuela por la cual Dios hace pasar a los suyos. Es a menudo una escuela penosa, pues Hebreos 12:11 afirma –y nuestra experiencia lo confirma– “que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza”. Pero la finalidad de Dios es guiarnos a “lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad” (v. 10). La clase en la cual entra Jacob durará veinte años, los que pasará en una condición cercana a la esclavitud. ¿Y cómo le enseñará Dios sus lecciones? Permitirá que le hagan lo mismo que él ha hecho a otros. Jacob, cuyo nombre significa «el que suplanta» y que estaba bien justificado, será a su vez robado y despojado. ¡Había engañado a su padre, él, el más joven, haciéndose pasar por el mayor! ¡Tiene que enfrentarse ahora a un padre que lo engaña haciendo pasar a su hija mayor por la más joven! Cuántas veces descubrimos la molestia y la maldad de nuestros actos solo cuando a nuestra vez los sufrimos de parte de los otros (Jueces 1:7; Isaías 33:1, final). El único tema feliz del cual nos habla este capítulo es el amor devoto de Jacob por Raquel. Pensamos en el amor de Aquel que, para adquirirnos, vino a ser el Siervo perfecto.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"