Jehová llama “su ejército” a esa nube de fieros asaltantes (v. 11, 25), aunque tenga a su cabeza al impío y soberbio asirio. De hecho, este último solo es el ejecutor de su Palabra, “la vara” de su furor (Isaías 10:5). Cuando pasamos por la disciplina, nunca perdamos de vista la fiel Mano que nos la dispensa. Ese fracaso, ese contratiempo, ese accidente viene del Señor. No nos asemejemos al niño que, con ingenuidad, cree evitarse la corrección escondiendo la vara con la cual aguarda ser golpeado. Uno se representa ese gigantesco asalto como algo que “no lo hubo jamás”. Desborda como una irresistible marea por encima del muro y hasta en las casas.
La misma invasión se llama en otro lugar “el turbión del azote”
(Isaías 28:15).
¡Ah!, esa visión de pesadilla ¿no está colocada de antemano delante del pueblo como un llamado a su conciencia? “Pues, ahora” es el tiempo para él –es tiempo para todos– de volver a Dios de todo corazón “con lloro y lamento… porque misericordioso es y clemente” (v. 12-13; léase Santiago 5:11). “Tocad trompeta en Sion” repite el profeta (v. 1, 15; véase Números 10:9); ¡es la imagen de la apremiante oración de la fe! Entonces, en la hora del peligro Jehová se acordará de los suyos.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"