En medio de esta triste escena, cuánto consuela poder considerar a Josué y Caleb. En ellos “hubo otro espíritu” (v. 24, 30). Por tanto, no perderán su recompensa. De toda su generación, solo ellos entrarán en el país. Hasta allí tendrán que compartir la suerte del pueblo culpable: vagar cuarenta años por el desierto. Pero durante este largo peregrinaje, continuamente serán alentados por el recuerdo de la tierra que han visitado y cuyo fruto ya han probado.
Moisés anuncia la desagradable nueva. ¿Cómo reacciona el pueblo? Cuando Caleb exhortaba a que subieran osadamente y tomaran posesión de la tierra, habían querido volver a Egipto y hablaban de perecer en el desierto (cap. 13:30; 14:2). Ahora que el juicio los ha condenado a volver sobre sus pasos, camino del Mar Rojo, y que Dios anuncia que morirán en el desierto, quieren sustraerse al castigo y responden:
Henos aquí para subir.
(v. 40)
El corazón del hombre nunca está de acuerdo con Dios, principalmente cuando se trata de reconocer las faltas cometidas, de doblegarse bajo la disciplina y aceptar con humillación las consecuencias de sus pecados. A pesar de que Moisés les dice: “No subáis”, se empeñan en hacerlo y sufren una cruel derrota.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"