La larga vida de Jacob está a punto de terminar. El patriarca ha reconocido ante Faraón que sus días fueron cortos y malos (cap. 47:9). Ha pasado por experiencias penosas y, por su culpa, ha perdido muchos años. Su carrera no ha alcanzado el nivel espiritual de la de Abraham o Isaac. ¿Por qué, entonces, no sabemos nada de los últimos momentos de esos patriarcas y, en cambio, el fin de Jacob nos es contado con detalles? Precisamente porque su triunfante fin subraya y glorifica la gracia de Dios para con él; esta es el coronamiento de Su paciente trabajo de disciplina; era necesario que nosotros pudiésemos admirar el fruto. Jacob recuerda el camino de su vida y evoca las etapas: Luz –es decir, Bet-el–, donde Dios se le dio a conocer; Efrata y la muerte de Raquel. Consideremos nosotros también el camino recorrido. Todas nuestras miradas hacia atrás harán sobresalir la misericordia de Aquel que, con el mismo amor, nos ha dirigido, soportado, reprendido, consolado. Ahora Jacob se inclina a la cabecera de la cama (cap. 47:31), donde, como lo traduce Hebreos 11:21, adora, apoyado sobre el extremo de su bordón de peregrino. Sin esperar nuestro último día de vida, ¡quiera Dios que esta sea nuestra respuesta al amor del Señor Jesús!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"