Temas de doctrina cristiana II

Segunda parte

El castigo eterno

Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a este temed
(Lucas 12:4-5).

Hemos recibido un escrito sobre el tema solemne del castigo eterno, cuyo autor parece expresar el sentir de una clase muy numerosa. Sentimos que debemos dar un claro y firme testimonio sobre un tema de tan grande importancia, y exponer lo que el Espíritu Santo nos enseña sobre él en la Santa Escritura.

Significado invariable de la palabra “eterno” en el Nuevo Testamento

Creemos que la Palabra de Dios enseña la eternidad del castigo con la mayor amplitud y claridad.

La palabra griega traducida “eterno” o “para siempre”, aparece unas setenta veces en el Nuevo Testamento. Daremos algunos ejemplos:

“Ser echado en el fuego eterno” (Mateo 18:8).

“Para tener la vida eterna” (Mateo 19:16).

“Irán estos al castigo eterno” (Mateo 25:46). Y en el mismo versículo:

“Los justos a la vida eterna”.

“Es reo de juicio eterno” (Marcos 3:29).

“Os reciban en las moradas eternas” (Lucas 16:9).

“En el siglo venidero la vida eterna” (Lucas 18:39).

“El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Juan 3:15, 16, 36).

“El mandamiento del Dios eterno” (Romanos 16:26).

Un “más excelente y eterno peso de gloria” (2 Corintos 4:17).

“Las (cosas) que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:18).

“Una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos” (2 Corintios 5:1).

“Los cuales sufrirán pena de eterna perdición” (2 Tesalonicenses 1:9).

“Nos dio consolación eterna” (2 Tesalonicenses 2:16).

“En Cristo Jesús con gloria eterna” (2 Timoteo 2:10).

“Autor de eterna salvación” (Hebreos 5:9).

“Habiendo obtenido eterna redención” (Hebreos 9:12).

“El cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios” (Hebreos 9:14).

“La promesa de la herencia eterna” (Hebreos 9:15).

“Nos llamó a su gloria eterna” (1 Pedro 5:10).

“En el reino eterno de nuestro Señor y Salvador” (2 Pedro 1:11).

“Este es el verdadero Dios, y la vida eterna” (1 Juan 5:20).

“Sufriendo el castigo del fuego eterno” (Judas 7).

Conclusiones de estas Escrituras

Ahora bien, sabemos que los opositores de la doctrina del castigo eterno se empeñan en demostrar que la palabra “eterno”, no significa eterno en el griego. Esta es una de las razones por las cuales hemos citado tantos pasajes en los que aparece la palabra griega aionios(eterno), y en los cuales el Espíritu Santo la emplea en una variedad de casos. La misma palabra que se aplica al castigo eterno de los impíos se aplica también a la vida que los creyentes poseen, a la salvación y a la redención de que gozan, a la gloria que aguardan, a las mansiones en que esperan morar y a la herencia que esperan disfrutar. Además, se aplica a Dios y al Espíritu. Si, pues, se sostiene que la palabra “eterno” no significa eterno cuando se aplica al castigo de los malvados, ¿qué seguridad tenemos de que signifique eterno cuando se aplica a la vida, la bendición y la gloria de los redimidos? ¿Qué autoridad tiene alguien –por erudito que fuere– para distinguir siete de los setenta pasajes en que aparece la palabra aionios (eterno), y decir que en esos siete la palabra no significa “eterno”, pero sí en los sesenta y tres restantes? ¡Ninguna! La gente podrá razonar según sus propias ideas acerca de la benevolencia y la bondad de Dios –podrá suscitar todo tipo de cuestionamientos respecto de la incongruencia de un Dios de amor con un tormento eterno–; discurrir acerca de la falta de proporción entre unos pocos años de pecado y una eternidad de castigo. Una sola línea de la Escritura, a nuestro juicio, basta para barrer diez mil argumentos de la mente humana, por más que se apoyen en la erudita teoría de que la palabra “eterno” no significa eterno en griego.

Donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga
(Marcos 9:46).

¡Qué solemne declaración! Guárdese bien el hombre de tratar frívolamente tan grave asunto o de discurrir sobre él. Crean en lo que dice la Escritura y huyan de la ira venidera, y busquen refugio en Jesús, quien murió en el madero maldito del Calvario para librarnos de los tormentos eternos.

Su relación con la inmortalidad del alma

Pero no solo la eternidad del castigo está tan claramente establecida en la Escritura como la eternidad de Dios mismo, o de cualquier cosa que le pertenece, sino que creemos que ella también surge como una verdad necesaria de otras verdades que son generalmente recibidas incondicionalmente. Tómese, por ejemplo, la inmortalidad del alma. ¿Alteró la caída del hombre esta cuestión? Creemos que no. El hombre fue hecho poseedor de un espíritu inmortal, por “el aliento del Todopoderoso” (Génesis 2:7; Job 33:4); y no tenemos ninguna autoridad para decir que su caída introdujo algún cambio en cuanto a esto. En cuanto a su alma, tanto antes como después de su caída, el hombre era inmortal, sigue siendo inmortal y lo será para siempre. En efecto, él habrá de vivir para siempre en alguna parte. ¡Qué tremendo pensamiento! A muchos no les agrada. Se sienten gustosos de poder decir, “comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (1 Corintios 15:32). Quieren dejar de existir como las bestias que perecen; y este deseo, no nos cabe duda, ha sido, en muchos casos, el origen de la noción de que el castigo no es eterno. Como dice un viejo proverbio inglés: «El deseo es el padre del pensamiento»1 . Pero, ah, el hombre debe enfrentar esa terrible realidad: La eternidad. Salvo o no, no hay forma de eludirlo. Él debe o bien negar la inmortalidad del alma, o bien admitir la eternidad del castigo.

  • 1N. del T.: Es decir, que las opiniones de uno a menudo están influenciadas por los deseos de uno más que basadas en la realidad.

Su relación con la naturaleza infinita de la expiación hecha por Cristo

Consideremos la doctrina de la expiación. Si algo menos que un castigo eterno es debido al pecado, ¿qué necesidad había de un sacrificio infinito para librarnos de ese castigo? ¿Podía algo menos que el incomparable, inestimable sacrificio del Hijo de Dios librar a alguien del fuego del infierno, y ese fuego no ser eterno? ¿Derramó Jesús su sangre preciosa para librarnos de las consecuencias de nuestros pecados, y esas consecuencias ser solo temporales? Nunca podríamos admitir tal proposición. Si usted reconoce la verdad de un sacrificio infinito, no puede disociarla de la verdad de un castigo eterno.

Pecado temporal vs. castigo eterno

No le atribuimos ninguna importancia al argumento deducido de la falta de proporción entre unos pocos años de pecado y una eternidad de ayes y tormentos. No creemos que esta sea la verdadera forma de medir el asunto. La cruz es el único patrón por el que podemos llegar a un resultado verdadero; y creemos que los que niegan el castigo eterno, traen deshonor a la cruz al rebajarla a un medio de liberación de una condenación que no es eterna en su duración.

La falacia de que el castigo eterno es incompatible con el amor de Dios

Y ahora diremos unas palabras en cuanto a la idea de que es incompatible con el carácter de Dios permitir tal cosa como un castigo eterno. Muchos parecen atribuir gran importancia a esto. Parecen pensar que la miseria eterna nunca podría corresponderse con la misericordia y la bondad de Dios. Pero los que esgrimen este argumento parecen olvidar que esta cuestión tiene otro lado, que debe verse si queremos llegar a una conclusión sana sobre este punto. ¿Qué sucede con la justicia, la santidad y la verdad divinas? Estas cosas ¿no deben ser tenidas en cuenta? ¿Podemos basar un argumento en algunos atributos divinos y dejar fuera otros? Seguramente que no. Debemos considerar todos los atributos divinos. La cruz de Cristo los ha armonizado a todos, a la vista de todas las inteligencias creadas. En esa cruz, Dios manifestó su amor perfecto al pecador; pero también manifestó su perfecto odio por el pecado. Ahora bien, si una persona rechaza deliberadamente esa única vía de escape, aquel remedio perfecto, aquella provisión divina, ¿qué hacer? Dios no puede permitir el pecado en Su presencia. Él es

de ojos demasiado puros para mirar el mal, ni puede contemplar la iniquidad
(Habacuc 1:13, V. M.).

¿Nos dirán los que niegan el castigo eterno qué hacer? ¿Cómo zanjar esta cuestión? Dirán que por aniquilación, es decir, pereciendo como las bestias. ¡Ah! Este argumento nunca prosperará. “Jehová Dios… sopló en sus narices aliento de vida, y el hombre vino a ser alma viviente” (Génesis 2:7, V. M.) ¿Alguna vez esto fue revocado? ¿Hay algún fundamento en la Escritura para la teoría de la aniquilación? Si lo hay, que se lo presente. Consideramos esta teoría como un muy miserable subterfugio, una lastimosa tentativa de deshacernos del horrible pensamiento de la eternidad. Pero esto no sirve. Vuelva simplemente sus ojos sobre las páginas del inspirado Libro, y verá allí esa tremenda palabra: ¡“Eternidad”! “¡Eternidad”! “¡Eternidad”! Solo preste oído a la voz que sale de la profundidad de su ser moral, y oirá la misma palabra aterradora: ¡“Eternidad”! “¡Eternidad”! “¡Eternidad”! No puede negarla ni deshacerse de ella. No le queda otra opción que enfrentar el duro hecho de que habrá de vivir para siempre.

Entonces, ¿qué sucede con su pecado? El pecado no puede entrar en la presencia de Dios. Dios y el pecado nunca pueden estar juntos. Este es un principio invariable. Dios es bueno, sin duda, y la prueba de su bondad es el don de Su Hijo. Pero también es santo; y entre la santidad y el pecado debe haber una separación eterna; de esta manera nos vemos forzados a llegar a la misma conclusión solemne: que todos los que mueren en sus pecados, los que mueren habiendo rechazado la provisión infinita de Dios para el perdón de los pecados, tendrán que sufrir las consecuencias de sus pecados en el lago que arde con fuego y azufre a lo largo de los incontables siglos de la eternidad1 .

  • 1N. del A.: Bueno es que el lector haya examinado el pasaje de Juan 3:36. Es de significativo poder. Echa por tierra completamente dos herejías particulares de nuestro tiempo: el universalismo y el aniquilacionismo. Al universalista le dice que “el que no obedece (cree) al Hijo, no verá la vida”, y al aniquilacionista, que “la ira de Dios permanece sobre” el que no cree (V. M.). Si “no verá la vida”, no puede ser restaurado, y si “la ira de Dios permanece sobre él”, no puede ser aniquilado.

¡Conviértase!

No ahondaremos más sobre este tema aquí; pero quisiéramos suplicar encarecidamente al lector inconverso que se detenga y considere seriamente esta cuestión tan trascendental. No permita que lo engañen con vanas palabras; no preste oído a una falsa crítica, que quiere convencerlo de que “eterno” no significa eterno en el griego; porque, oh, indudablemente significa eterno, ya sea en hebreo, griego, latín o en cualquier idioma. “Eterno” nunca puede significar temporal, ni temporal puede significar eterno, en ninguna lengua que hay bajo el cielo. Tampoco escuche a un falso sentimentalismo, que quiere convencerlo de que Dios es demasiado bondadoso para enviar a cualquiera de sus criaturas al infierno de fuego. Dios fue tan bondadoso

que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna
(Juan 3:16).

Pero Dios es demasiado santo para permitir que el pecado entre en el cielo; por eso, en vez de alimentarse con la vana esperanza (si se puede llamar esperanza) de la aniquilación, apóyese en la segura Palabra de Dios, que le habla de una salvación plena, gratuita y eterna por la sangre del Cordero. Nuestro Dios no se complace en la muerte de un pecador (véase Ezequiel 18:23). Su paciencia “es para salvación”, “no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:15, 9). No hay ninguna razón por la cual el lector tenga que perecer. Dios espera para tener piedad (Isaías 30:18). Las puertas de la gracia están abiertas de par en par, y la espada del juicio está en la vaina. Se acerca con rapidez el momento en que todo será cambiado, y entonces todos los que mueren en sus pecados probarán, por una amarga experiencia, que, a pesar de todos los argumentos fundados en una falsa crítica y en un falso sentimentalismo, el castigo del pecado es y debe ser eterno.