La manifestación hostil en Efeso llevó a Pablo a abandonar esa ciudad (comp. Mateo 10:23). Después de haber ido a Grecia, pasando por Macedonia, volvió por el mismo camino y abordó en Troas. El relato que se halla en los versículos 7-12 confirma que la cena se celebraba el primer día de la semana, como hoy en día. El sueño de Eutico durante la predicación de Pablo puede parecernos inconcebible. Pero, ¿no es también el apóstol quien nos habla cuando leemos sus epístolas? ¿Qué atención le prestamos? Ese terrible accidente nos muestra, respecto del orden moral, hasta dónde puede conducirnos la indiferencia hacia la Palabra: una caída y un estado de muerte. Pero aquí la gracia de Dios concedió un milagro consolador.
Por analogía, esta escena también puede hacernos pensar en la historia de la Iglesia responsable. Su sueño, su ruina y su aparente muerte han sido el resultado de la indiferencia hacia la enseñanza de los apóstoles, contenida en el Nuevo Testamento. Sin embargo, el Señor permitió un despertar seguido de alimento y consuelo para los suyos mientras esperan el alba de la gran partida (el arrebatamiento).
Pablo dejó Troas, queriendo ir solo por tierra. ¡Subrayemos el beneficio de andar a solas con el Señor! Luego se reunió con sus compañeros en Asón, de donde zarpó en dirección a Jerusalén.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"