Para ir de Grecia a Roma, el apóstol se había propuesto pasar por Jerusalén (Hechos 19:21). Pese a ese inoportuno rodeo, la voluntad del Señor se cumpliría (v. 14). El camino que elegimos nosotros mismos nunca es sencillo; podemos estar seguros de que en él encontraremos toda clase de complicaciones. Los ancianos de Jerusalén invitaron a Pablo a “judaizar” para tranquilizar a los creyentes judíos; así el apóstol se halló impulsado a contradecir su propia enseñanza. ¡Penoso dilema para él! Una vez más vemos hasta qué punto los cristianos de Jerusalén estaban apegados a su religión judía. Trataban de poner vino nuevo en odres viejos (Mateo 9:17). A esos israelitas “celosos por la ley”, el apóstol Santiago (Jacobo), mencionado en el versículo 18, les escribió sobre “la ley de la libertad” y de “la religión pura y sin mácula” (Santiago 1:27; 2:12). Esta no consiste en una purificación corporal (v. 24), sino en “guardarse sin mancha del mundo” y visitar a los afligidos.
Pablo se halló como atrapado en un engranaje. Fue al templo y se sometió a los ritos judaicos para agradar a sus hermanos de raza. Mas todo fue en vano, pues en esta actitud los judíos vieron una provocación e intentaron matarlo, alborotando la ciudad (v. 30).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"