Solo siete discípulos acudieron a la cita que Jesús les había dado en Galilea (Mateo 26:32; 28:7). Y aún parecían haber olvidado el objeto de su espera. Simón Pedro, de quien el Señor había hecho un “pescador de hombres”, había vuelto a su antiguo trabajo. ¿Quién puede extrañarse de que “aquella noche no pescaron nada”? ¿Cómo podría ser provechoso el trabajo que uno hace según sus propios pensamientos y fuera de la presencia del Señor? Él les había dicho que, separados de él, nada podrían hacer (cap. 15:5). Pero cuando él estuvo con ellos, todo cambió. El lado derecho de la barca tenía una única pero esencial ventaja sobre el izquierdo: fue el lado escogido por Jesús.
Luego vino el encuentro con el Maestro, quien de antemano había preparado todo para sus siervos cansados. No había necesitado sus peces (v. 9), sin embargo, tampoco menospreció el fruto de su labor (v. 10), y lo tenía exactamente contado (v. 11).
Queridos amigos, ¡cuántas veces, como estos discípulos, olvidamos nuestra próxima e importante cita con el Señor! ¡Cuántas veces también, en medio de nuestras circunstancias, fracasos o éxitos, deberíamos ser capaces de discernir más pronto a Aquel que nos habla y reconocer que “es el Señor”! (v. 7).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"