Los discípulos iban a conocer la tristeza de la separación, pero Jesús los consoló de antemano hablándoles del gozo que les esperaba cuando volvieran a verlo después de su resurrección (cap. 20:20). ¡Cuántos motivos de gozo tiene el creyente!: La esperanza del regreso del Señor (comp. v. 22); la obediencia a sus mandamientos (cap. 15:10-11), ¿hemos experimentado cuánto gozo nos brinda?; la dependencia y la respuesta a nuestras oraciones (cap. 16:24); las revelaciones del Señor en su Palabra (cap. 17:13); la comunión con el Padre y con el Hijo (1 Juan 1:3-4), todas ellas fuentes infinitas de un “gozo cumplido”. ¿Ha experimentado usted el gozo que esto produce?
¿Por qué Jesús prefiere no decir a los suyos que él rogará al Padre por ellos (v. 26), cuando este es justamente el tema de todo el siguiente capítulo? Porque, lejos de reivindicar para sí mismo los afectos de los discípulos, su gran objetivo es ponerlos en relación directa con el Padre. El Señor no promete a los suyos una vida sin pruebas, con paz a su alrededor, sino una paz interior. Y concluye diciendo: “Confiad”. El mundo, nuestro común enemigo, es fuerte, pero yo lo “he vencido”. Y por la fe en su victoria nosotros también lo venceremos (1 Juan 5:4).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"