Si nuestras oraciones tienen por objeto llevar “fruto” para Dios, siempre serán escuchadas (v. 16). Y ¿en qué consiste el fruto? Esencialmente en el amor de los redimidos los unos por los otros, y en sus múltiples manifestaciones. “Esto os mando: Que os améis unos a otros” dice el Señor. Esto abarca todos los servicios que se desprenden del amor. Es la tercera vez que formula este “mandamiento nuevo” (v. 17; véase v. 12; 13:34). Cuando el amor escasea entre los miembros de una familia, ¿no es algo triste y anormal? ¡Cuánto más si se trata de la familia de Dios! En cambio, el odio del mundo hacia los creyentes, quienes con su conducta lo juzgan, es absolutamente natural y sabemos que vendrá, salvo si el mundo encuentra algo de él mismo que pueda amar en nosotros, y entonces es una muy mala señal.
“El siervo no es mayor que su señor” (v. 20), repite el Señor. En el capítulo 13:16 lo dijo en relación con el servicio. Aquí se refiere a los sufrimientos que el Señor tendría que padecer por parte del mundo, y de los que los suyos tendrían que soportar por causa de su nombre. Así el nombre de Jesús “invocado sobre vosotros” (Santiago 2:7) da al mundo la ocasión de manifestar su odio, y al Padre le permite contestar nuestras oraciones (v. 16 fin).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"