En el capítulo 13 vimos cómo el Señor preparaba a los suyos a fin de que tuviesen desde la tierra una parte con él (v. 8). Ahora vemos que se va a prepararles lugar en la casa del Padre. Por eso tiene que adelantarse a ellos, como un anfitrión que toma sus disposiciones para llegar a casa antes que sus invitados. La Biblia nos da pocos detalles acerca del cielo, mas lo que hace de él una morada de felicidad es la presencia del Señor. Él mismo reclama para su propio gozo la presencia de los suyos.
Jesús es el único camino para ir al Padre. Él es la verdad y la vida. No había cesado de revelarles al Padre por medio de sus palabras y hechos, por eso, ¡qué pena le causó la ignorancia de sus discípulos! Pero ¿no podría él decir a cada uno de nosotros también: Tanto tiempo hace, que oyes hablar de mí y lees mi Palabra, ¿y no me conoces mejor?
Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré,
promete el Señor (v. 13). “En mi nombre” no es una simple fórmula; significa que él pueda estar de acuerdo con nuestra petición, es decir, que sea hecha conforme a su voluntad. Nuestra oración llega a ser entonces la de Jesús, y él contestará necesariamente. No solo porque nos ama sino, en primer lugar, porque se trata de la gloria del Padre. ¿Puede haber motivo más excelente?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"