Leví (o Mateo, Mateo 9:9) estaba en su trabajo cuando Jesús lo llamó. Entonces dejó todo, se levantó y lo siguió. Después recibió al Señor y a sus antiguos colegas en su casa para darles la ocasión de encontrar a su nuevo Maestro. ¡Que nuestras invitaciones también puedan tener este motivo! Estos publicanos, recaudadores de impuestos, eran odiados por los otros judíos porque se enriquecían a sus expensas y sacaban provecho personal del yugo romano. Por eso los escribas y los fariseos se indignaron cuando vieron a Jesús y a sus discípulos en compañía de estos renegados. ¡Cuántas personas están más inclinadas a apartarse de los pecadores que del pecado! En respuesta a estas murmuraciones, Jesús se hizo conocer como el gran médico de las almas. Así como el médico no asiste a los sanos (o a los que creen estarlo), el Señor solo puede ocuparse de los que reconocen su culpabilidad.
Después los escribas y fariseos preguntaron acerca del ayuno. Jesús les respondió que esta señal de tristeza no era oportuna mientras él, el Esposo, estuviese en medio de ellos. Además, la servidumbre de la ley y de las ordenanzas no concuerda con la libertad y la alegría que trae la gracia (v. 36-37).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"