Llegamos al conocido relato de la pesca milagrosa… y de un acontecimiento más maravilloso aún: la conversión de Simón. ¿Qué hacía este mientras el divino Maestro enseñaba a la muchedumbre? Lavaba las redes sucias por el trabajo infructuoso de la noche anterior. Jesús lo obligó a escuchar. Le pidió que lo condujese al lago, de manera que pudiese dirigirse desde la barca al pueblo reunido en la orilla y, al mismo tiempo, al hombre que estaba a su lado. Después el Señor habló de otra manera a Simón Pedro y a sus compañeros: llenó su red; así se dio a conocer como el Señor del universo, el que ordena a los peces del mar según el Salmo 8:6-8, y que todo lo puede donde el hombre nada puede. Lleno de miedo y convencido de ser pecador por la presencia del Señor, Simón cayó de rodillas diciendo: “Apártate de mí…”. Pero ¿será posible que el Señor de amor busque al pecador para luego apartarse de él? Lucas es el único que narra este encuentro decisivo del Señor con su discípulo. El libro de los Hechos nos muestra a Pedro convertido en pescador de hombres, siendo él el instrumento para una milagrosa “pesca” de alrededor de tres mil almas (Hechos 2:41).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"