Si la palabra clave del perfecto Siervo es “enseguida (o luego)”, la de los judíos incrédulos es “¿por qué?” (v. 7, 16, 18, 24). Al ser interrogado acerca del ayuno, Jesús explicó que se trataba de una manifestación de tristeza y, por consiguiente, no convenía mientras él estuviera con ellos. Su venida debía ser un motivo de gran gozo para todo el pueblo, como los ángeles lo habían anunciado (Lucas 2:10). Jesús aprovechó esta oportunidad para recalcar el contraste que hay entre las reglas y tradiciones del judaísmo y el Evangelio de la libre gracia que él había venido a traer. Desgraciadamente el hombre –y no solo el judío– prefiere las formas religiosas porque le permiten gozar de una buena reputación ante los demás, mientras continúa haciendo su propia voluntad. Por el contrario, el versículo 22 nos sugiere que el cristiano es un hombre enteramente renovado. Si su corazón ha sido cambiado, si está lleno de un nuevo gozo, su comportamiento exterior también tiene que ser transformado.
Los fariseos acusaban a los discípulos por recoger espigas el día de reposo. Los hombres siempre desvían de su propósito aquello que Dios les ha dado. El día de reposo era una gracia concedida a Israel, mas este pueblo la transformó en un yugo para aumentar su esclavitud moral, “un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar” (Hechos 15:10).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"