Seguir a Jesús primero significa obedecerle (Juan 12:26). Luego se manifestarán en nosotros los mismos caracteres que en él. El Señor enseña esas cualidades a sus discípulos, así como a todos los que quieran seguirlo, en el incomparable sermón del monte. Bienaventurados los que tienen una fe simple: los que se afligen a causa de la maldad del mundo y no se cansan de practicar la bondad y la compasión, los que por el nombre del Señor soportan toda clase de injusticias y persecuciones… Ese no es el tipo de felicidad que desea la mayoría de la gente, sino todo lo contrario. Pero para ser felices, bienaventurados, a los creyentes les basta tener la aprobación del Señor.
Los versículos 13 y 14 hablan de su estado actual. “Sois (no dice tendríais que ser) la sal de la tierra… la luz del mundo”. El cristiano representa a su Maestro ausente. Al estar apartado del mal, cumple en este mundo el papel de la “sal” que preserva de la corrupción. En segundo lugar, es la “luz”responsable de hacer brillar los caracteres morales de Dios ante los hombres y primeramente ante “todos los que están en casa”: su propia familia.
El almud, recipiente que servía de medida, simboliza la actividad, mientras que la cama (véase Lucas 8:16) es figura de la pereza. Tanto uno como otro son capaces de apagar el resplandor que debería tener todo hijo de Dios.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"