Al lado de las multitudes de Madián, Amalec y “los del oriente”, el pequeño ejército de treinta y dos mil israelitas parecía desempeñar un triste papel. Uno se puede imaginar la perplejidad de Gedeón cuando Jehová le dijo en dos ocasiones: "El pueblo es mucho" (v. 2, 4). Pero, es necesario que este no pueda atribuirse el honor de la victoria. Se hace una primera selección: los cobardes y medrosos se vuelven, según Deuteronomio 20:8. Quedan diez mil hombres, pero el test del agua todavía va a reducir su número. Unos se ponen a sus anchas para beber. Otros rápida y cautelosamente llevan el agua a la boca con la mano. Estos últimos, solo trescientos, son aptos para el combate. Saben postergar la búsqueda de sus comodidades para después de obtener la meta que persiguen. Es una lección para nosotros, quienes tenemos una meta celestial. El Señor Jesús advierte:
Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo
(Lucas 9:23).
¿No es él digno de toda nuestra entrega? Él también bebió "del arroyo en el camino" (Salmo 110:7), hallando aquí y allá algún refresco para su corazón, pero sin perder de vista ni por un instante la meta que perseguía: el triunfo de la cruz y la gloria de Dios su Padre (Lucas 9:51; 12:50).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"