Las lecciones de humildad que Dios enseñó a Gedeón han llevado su fruto: está dispuesto a reconocer la parte que otros tomaron en la victoria. La ira de los hombres de Efraín se aplaca ante la respuesta de Gedeón, llena de mansedumbre, la que subraya la importancia de lo que ellos habían hecho (v. 2-3). Hacer resaltar el trabajo de los demás, valorizar sus cualidades en lugar de insistir en nuestro trabajo y nuestras cualidades son el fruto de la vida divina, la cual no tiene nada en común con la hipócrita diplomacia humana. Pedro nos recuerda que un espíritu afable y apacible es de gran estima delante de Dios (1 Pedro 3:4).
Dios escogió bien a los trescientos combatientes. Ahora, estos no toman en cuenta su cansancio, como tampoco se habían preocupado por sus comodidades, ni por calmar su sed junto al agua (cap. 7). Tienen una meta y la persiguen (v. 4). Pablo declara :
Una cosa hago ... prosigo a la meta
(Filipenses 3:13-14).
Derribados, pero no destruidos –dice él en otra parte– (2 Corintios 4:9). Como Gedeón con los hombres de Sucot y Peniel, el apóstol deberá pasar por la penosa experiencia del abandono (2 Timoteo 4:16). Pero, ¡qué contraste con la dura venganza de Gedeón! Como verdadero discípulo de su Señor, Pablo puede agregar: “No les sea tomado en cuenta”.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"