Después de la victoria, una serie de sutiles peligros todavía amenazan al siervo de Dios. Ya vimos los celos de Efraín a los cuales Gedeón responde con mansedumbre. Ahora, he aquí los halagos del mundo. Pero esos cumplidos de los dos reyes, Zeba y Zalmuna –que Gedeón “parecía hijo de rey”, no impiden que este los mate. Se le arma otra trampa, pero esta vez es de parte de los israelitas. “Sé nuestro señor –le dicen– tú y tu hijo, y tu nieto; pues que nos has librado”. Su respuesta es hermosa:
Jehová señoreará sobre vosotros (v. 22-23).
Con respecto a las almas, un siervo de Dios debe cuidarse de ocupar el lugar que le corresponde al Señor, y los fieles deben abstenerse de halagar a los siervos de Dios (Mateo 23:8-10).
Después de las victorias de Gedeón, encontramos una última trampa (v. 27) en la cual desgraciadamente va a caer. Para recordar su victoria hace un efod (objeto de oro en relación con el sacerdocio), y manda que se coloque en la ciudad de Ofra. De ello resulta que todo Israel viene a admirarlo, olvidando que el único centro del sacerdocio estaba en Silo, donde se hallaba el arca (Josué 18:1). Después, Gedeón muere… ¡y el pueblo vuelve a los ídolos!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"