Hasta aquí se trató del pueblo en su conjunto. Los versículos 18-21 se dirigen individualmente al hombre o mujer que se aparte de Jehová. El ajenjo (v. 18 final) es una planta de jugo amargo y tóxico que crece en tierras no cultivadas. Si, espiritualmente, nuestro corazón se halla en estado salvaje, no debe extrañarnos que en él se desarrollen semejantes raíces de amargura, que envenenan nuestro espíritu con toda clase de resentimientos, celos y animosidades. El remedio preventivo, según Hebreos 12:15, es no dejar de disfrutar la gracia de Dios.
Este capítulo termina con un versículo consolador. Nuestra historia, como la de Israel, comprende un lado visible: el de nuestra responsabilidad, y un lado oculto: el de la gracia, del cual solo Dios tiene pleno conocimiento. Ciertos tejidos se bordan al revés. Mientras dura el trabajo, en el cañamazo solo se ven nudos e hilos embrollados; únicamente el artesano sabe orientarse y trabajar bien en tan aparente confusión. Pero una vez terminada la obra, al darse la vuelta a la pieza bordada, aparece el dibujo en toda su perfección y belleza. “Las cosas… reveladas” corresponden al lado visible del trabajo divino. Las pruebas, los fracasos y la disciplina a veces nos parece que van en contra del plan de Dios. Pero pronto, en la magnificencia del lugar Santo, admiraremos la otra cara y comprenderemos todo su amor.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"