Desde aquí hasta el final de este largo capítulo Jehová enumera todas las maldiciones que vendrán sobre Israel si no escucha. ¡Ay! Las Escrituras, como también la historia de este pueblo, confirman que en efecto “teniendo oídos no oís” (Marcos 8:18). Y como consecuencia le sobrevinieron todas estas pruebas. En cuanto a nosotros que estamos bajo la gracia, nuestra responsabilidad es aún más grande; por eso se nos dice:
Mirad que no desechéis al que habla.
(Hebreos 12:25)
Pues no solo desecharíamos unas cuantas palabras, sino a la Persona que las ha pronunciado.
Entonces, si no queremos escuchar su buena Palabra, él se verá obligado a emplear otro lenguaje infinitamente más penoso y severo: el de las pruebas. Si persistimos en el camino de nuestra propia voluntad, la voluntad del Señor necesariamente obrará en contra nuestra. Aprendamos a discernirla detrás de los instrumentos de su disciplina. ¡Y que el Señor nos guarde de hacer toda clase de enojosas experiencias antes de comprender que no podemos ser felices lejos de él! El hijo pródigo de la parábola nos enseña esta lección sin que tengamos necesidad de seguirlo a “una provincia apartada” para aprenderla (Lucas 15).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"